Para Foucault (1992a) existe una economía política de la verdad, la “verdad” está centrada en la forma del discurso científico y en las instituciones que lo producen; está sometida a una constante incitación económica y es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo; es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero sí dominante de algunos aparatos políticos o económicos. Por último, es el núcleo de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social. La verdad está ligada a los sistemas de poder que la producen y la sostienen, y a efectos de poder que ella induce y reproduce; todo esto constituye el régimen de verdad.
En este contexto, lo que interesó a Foucault fue ver cómo existe una producción de discursos verdaderos, a modo de ejemplo, llamar “desviado” a alguien tiene consecuencias diferentes de llamarlo “enfermo”. De ahí la importancia que Foucault le da a los discursos, y a sus cambios en la historia.
Asimismo, recordemos que “la embriaguez del siglo XIX se transformó, en el siglo XX, en la enfermedad del alcoholismo, mientras que la homosexualidad como pecado pasó a ser, por vía de la categoría enfermedad, simplemente una preferencia personal” (Turner 1989: 251). “… la verdad, desprovista de todo contenido ontológico-objetivo, no es otra cosa que un efecto, un producto, deberíamos decir, de las estrategias sociales, de las relaciones de poder” (Castro 1995: 17). Las relaciones de verdad son relaciones de fuerza inherentes a las prácticas que se observan y codifican en los efectos de su propio movimiento.
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La verdadLa verdad es de este mundo; es originada aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su “política general de la verdad” (Foucault 1992a). Es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados falsos, la manera de sancionarlos; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; y el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero. No hay verdad última de las cosas, sino funcionamiento de verdades ficticias (Castro 2008).
Foucault propone que la verdad está en estrecha relación con las relaciones saber-poder. El poder se encuentra en el hombre mismo, no es algo externo que lo oprima o esclavice. En tal sentido, el razonamiento al poder, no consigue ser clasificado como algo bueno o malo, ya que el poder se esboza como una extensa red de relaciones. No existen explotados, porque el poder no es una propiedad, vale decir, no es algo de la exclusividad de una persona o de un grupo determinado (Foucault 1993). Si Foucault cambia la mirada al poder, lo hace para demostrar que la construcción del conocimiento, de la verdad y de la propia subjetividad, no son ni universales, ni azarosas; pasan por estrategias concretas de poder.
En consecuencia, el poder es la capacidad de conducir las conductas, de hacer circular a la gente por un camino determinado, sin por ello ejercer algún tipo de violencia. El poder es una fuerza que en esencia es productiva, puede conseguir la conversión del espíritu y el encauzamiento de la conducta de los individuos. Es siempre ejercido en una relación y todas las personas poseen poder.
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micro-poder micro-poder
En este sentido, cabe mencionar la categoría cuerpo, pues para Foucault resulta superlativa, desde lo más individual el cuerpo encarna un pequeño poder, un micro-poder; este micro-poder está en relación con otros micro poderes, y esta articulación se hace palpable en diversos campos, como por ejemplo: en el campo social, económico, político, cultural, entre otros. De las relaciones de los micro poderes, resulta la creación de normas, estipulaciones, acuerdos, en fin, diversas ilaciones que involucran al cuerpo y a la sociedad.
Ahora bien, una forma de ejercicio del poder que tiene por objeto los cuerpos y por objetivo su normalización, es la disciplina, esta tecnología obliga a la homogeneidad anulando todo aquello que se escape de la norma. “La disciplina es una técnica de ejercicio de poder que no fue totalmente inventada sino elaborada en sus principios fundamentales durante el siglo XVIII” (Foucault 1993: 162)
Es decir, construida a partir del momento en que el ejercicio monárquico del poder se volvió demasiado costoso y poco eficaz. Como se presenta en Vigilar y castigar: “Ha habido, en el curso de la edad clásica, todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder. Podrían encontrarse fácilmente signos de esta gran atención dedicada entonces al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da forma, que se educa, que obedece, que responde, que se vuelve hábil o cuyas fuerzas se multiplican” (Foucault 1998c: 140).
tres conceptos: verdad, poder y disciplina
Vistos sucintamente estos tres conceptos: verdad, poder y disciplina, podemos ir dando cuenta de cómo se va dando la mutación persona-sujeto.
Para ahondar en este
punto,
Foucault nos presenta dos concepciones muy
relevantes, que no son incompatibles, pues están
atravesadas por un plexo de relaciones: La primera
es el anatomopoder, que se refiere a las formas de
educar, disciplinar el cuerpo individual, de volverlo un
cuerpo útil y dócil.
Biopolítica
La segunda, es la biopolítica, que remite a la manera como se emplean formas políticas de administración de la vida de una población. Por ejemplo: patrocinio de los procesos biológicos como el nacimiento, la mortalidad, la salud, etc. Estos dos conjuntos de técnicas conforman lo que Foucault denomina: biopoder. Aquí, ambos conceptos operan medularmente para producir productividad, en el primer caso: en una persona, en el segundo: en toda la sociedad.
Biopoder
El surgimiento del biopoder trae consigo consecuencias, como un desplazamiento en importancia de la norma a expensas de la ley, pues un poder que tiene como objetivo gestionar la vida necesita mecanismos permanentes y reguladores. Un poder así más que desplegar prohibiciones y represiones, necesita clasificar, medir, jerarquizar y excluir, teniendo como parámetro la norma, es decir, estableciendo estrategias de normalización.
Foucault (1998a) considera que el biopoder ha sido un elemento indispensable para el desarrollo del capitalismo. Ha servido para asegurar la inserción controlada de los cuerpos en el aparato productivo, y para ajustar los fenómenos de la población a los procesos económicos. De ahí la importancia creciente de la norma y, consiguientemente, de la normalidad. La norma es lo que puede aplicarse tanto a un cuerpo que se quiere disciplinar cuanto a una población que se quiere regularizar.
Foucault delimita que existe un saber del cuerpo que no es exactamente la sabiduría de su funcionamiento, y un dominio de sus fuerzas que es más que la capacidad de vencerlas: este saber y este dominio constituyen lo que podría llamarse la tecnología política del cuerpo. “Indudablemente, esta tecnología es difusa, rara vez formulada en discursos continuos y sistemáticos; se compone a menudo de elementos y de fragmentos, y utiliza unas herramientas o unos procedimientos inconexos” (Foucault 1998c: 33).
De este modo, el poder
encuentra el núcleo mismo de
los individuos, alcanza su
cuerpo, se inserta en sus
gestos, sus actitudes, sus
discursos, su aprendizaje, su
vida cotidiana, su sexualidad. “El siglo XVIII ha
encontrado un régimen por así decir sináptico del
poder, de su ejercicio en el cuerpo social. No por
debajo del cuerpo social” (Foucault 1992a: 89).
En consecuencia, la ocurrencia de que surjan
creencias y disposiciones como verdaderas, obedecen
a hechos objetivos, a toda una construcción cultural
e histórica, a una política que las ha convertido en
indudables, constituyendo sujetos sujetados al poder
y al saber de turno.
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Revista Polis
Alexis Sossa Rojas, « Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo, la belleza física y el consumo », Polis [En línea], 28 | 2011, Puesto en línea el 20 abril 2011, consultado el 29 mayo 2014. URL : http://polis.revues.org/1417 ; DOI : 10.4000/polis.1417